De cierta forma siempre nos estamos despidiendo.

De los lugares, de las personas, de aquello que nos fue familiar.

De alguna forma… siempre estamos diciendo adiós.

Las 4 obras que hacen parte de la muestra “Para traerte a Casa” reflexionan sobre la partida, lo que pasa al irse, lo que queda en el aire, lo que perdura en nosotros, lo que se hace indeleble.

En estas obras escuchamos muchas voces.

Algunas son de los que se quedan y entonces surgen tantas preguntas.

¿Porqué te fuiste?

¿Cómo se remienda un espacio roto?

¿Cómo se dibuja un rostro que se desvanece con el paso del tiempo, un rostro que se llevó el mar?

El mar, la tierra y el aire nos unen y a la vez nos separan.

La tierra es donde ponemos los pies, ese cuadrado sobre el que construimos un hogar, un cuadrado que no vale nada, pero por el que a veces pagamos un precio muy alto.

Algunos se van por miedo y caminan, se van porque alguien quiere ocupar ese pequeño espacio, la suma de esos espacios vale mucho, sin embargo, no vale lo mismo que para aquel que se tuvo que ir con lo poco que podía cargar y volver a empezar desde cero

A veces otros seres migran, vuelan porque cumplieron un ciclo, porque necesitan regresar al lugar de origen, ahí nos damos cuenta de que los espacios son transitorios y están hechos de cosas particulares que únicamente para nosotros tienen sentido, una grieta, un espejo, un rayito de sol.

Otros en la partida tienen la fe en que las cosas no van a cambiar, estamos conectados y confiamos en los espejismos de nuestra era, nos aferramos a un tiempo pasado de los seres y las cosas y confiamos en esa alucinación mediada por dispositivos y pixeles que dibujan afectos virtuales… sin embargo un océano nos distancia y al final, después de una despedida nunca seremos los mismos.

Las obras que vemos acá son lo que nos queda de este tiempo que brevemente compartimos.

Buen viaje.

Carmen Gil Vrolijk